sábado, 21 de julio de 2007

Etapas

Aunque los muertos no están, uno puede seguir sintiéndolos en forma consciente. El recuerdo de la memoria, como trascendental, se homogeiniza con ellos. Las mismas vivencias que podemos experimentar como sentimientos o sensaciones presentes se funden en el todo de la eternidad con ellos a cada momento. Recíprocamente, los sentires de ellos, que se han conjugado en este mundo mientras estaban se perpetúan como eternidad cada instante de todo el fenómeno que les está ausente. Esto es importante.
Por esto los ausentes no «están», sino «son». Es decir, y si se nos permite el equívoco de conjugar el verbo "ser" para acentuar la explicación, diremos simplemente que no están pero siguen siendo. Y esto se da para nosotros que seguimos en el medio fenoménico, es decir, en las espacio-temporalidades, por cuanto será válido no solamente sobre los ya fenecidos, sino también para aquellos ausentes como no-presentes o en estado vegetativo.
Por otra parte, si la Naturaleza nos ha parecido sabia en sus creaciones y desenlaces, y ha sido la responsable de formarnos en este mundo, sería prudente resignarnos a su entrega para desaparecer fenoménicamente del mismo. Debiera ser nuestro pensamiento en lugar de este mandato supuesto de ella: «vé y quédate», el reemplazo por este otro: «vé por un tiempo y regresa».

Su fondo es, pues, sin comienzo ni fin. Ni nace ni se lo puede matar. Simplemente, a saber: «es».

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